lunes, 12 de octubre de 2009

Te doy el calor de mi cueva

Giro la cabeza y veo como dejas caer tu saliba, chorrean mis nalgas y la juntas con los dedos y con ella acaricias mis huevos.
Buscas mi agujero y lo masajeas, presionas, levemente, con tu yema, vuelves sobre mis huevos y esta vez ya me ves erecto.
No te sorprende, no lo tocas, tu interés está en otro lado.
Tus masajes en los huevos llegan a doler, con ese dolor particular que se siente en el estómago, y se disfruta en la mente.
Siento un alivio cuando tu atención vuelve sobre mi ano, a la vez que te escucho escupir y ya resuelto a entrar, no dudas en tu desición.
Ya no hay masajes, ya no hay ternura, sólo prepotencia. Los tiempos ya fueron dados, las urgencias son inmediatas.
Los movimientos más bruscos, la respiración agitada, los latidos en la cabeza, la fiebre y la sangre juntas.
Dos dedos que van y vienen, que entran y salen, que atropellan mi interior hasta donde los nudillos permiten.
Sin darme cuenta, invades mi culo con tu verga, la siento.
Siento el peso de tu cuerpo sobre mis ancas, empujas y mueves la cama, y hay un baile que incluye a la cama que acompaña tus embestidas.
Gimes y bufas, bufas y empujas, empujas y sacas, si, de golpe lo sacas y te quedas parado mirando mi orto abierto.
Giras ciento ochenta grados y montas sobre mi, como si fueras un jinete alrevés.
Tus dedos en mi culo y una mano gigante en mis huevos. Es incesante el ir y venir de esos dedos, aunque ahora acompañas al mismo ritmo con tu mano sobre mi pija. Me pajeas, me masturbas, me ordeñas, y mi leche fluye espesa como yogurt, mi esfinter se comprime ante cada eyaculación, y no conforme me metes otro dedo, más leche se escapa, más contracciones, más dedos, hasta que ya sólo sale una gotita.
Juntas mi acabada y me la metes en el ano, puaj, me doy cuenta que ya estás sacado, que mereces una descarga, que necesitas más.
Me incorporo y te pido que te sientes en el borde de la cama. De espaldas busco ensartar esa lanza con mi culo y si bien la primera embestida fue en la cola, como si supiera, tu pija se deslizó por las curvas hasta encontrar la entrada. Me senté sobre ella suavemente, mi cola lubricada con mi propio esperma, mis manos apoyadas en tus rodillas, y mi andar de arriba para abajo, hasta presionar tus huevos para que larguen toda esa leche caliente.
A borbotones descargaste todo ese enorme contenido de leche que inundó mi interior con una presión intolerable, similar a la de una enema.
Traté de contenerla, hice fuerza con mi ano hasta donde pude y cuando sacaste tu verga se descargó un manantial cremoso fruto de esa demencia pijuda y de mi vehemencia cavernosa.
Te limpio tus/mis leches, te mimo tus huevos, me limpio el culo, paso el papel por mi ano y todavia tiembla, insaciable criatura que espera tu pronta resurrección.

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