lunes, 2 de noviembre de 2009

Mascota sexual

Compartimos departamento durante mucho tiempo, pero antes, no nos conociamos.
Respondí a aquel aviso solicitando compañero y se dió.
Allí estaba yo viniendo de una pieza prestada a un departamento a compartir.
Recuerdo mi verguenza y temores.
Me desnudaba y vestia en el baño, mientras vos andabas en bolas todo el día.
Ni siquiera cuando venia Andrea te vestias y eso sí me incomodaba.
Veia como sus ojos te devoraban.
Buscaba una excusa y a desaparecer del depto.
Hasta que al cuarto día sucedió. Tormenta y corte de luz en todo el barrio.
Resultado, los tres bajo el mismo techo.
Comimos pizza y bebimos a punto de embriagarnos.
Para dormir, cada uno en su cama, mejor dicho yo en mi cama y Andrea con vos en la tuya.
Escuché cada uno de sus movimientos. Sé que esperaron hasta que me creyeron dormido.
Pero nadie puede dormir con una pareja cogiendo en la misma habitación.
Volvió la luz y los encontré a ambos unidos mirandome.
No se detuvieron, cogieron hasta acabar, me dí media vuelta y cuando fuiste al baño se me acercó Andrea suavemente.
Metió su mano por debajo de la sábana y me acarició la espalda. Estaba estupefacto.
Continuó sus caricias hacia abajo, llegó a rozarme la cola y cuando intenté darme vuelta me frenó con la otra mano y dijo: "no te muevas".
Ya buscaba entre mis piernas, ya hundia sus dedos en mi cola, ya masajeaba tiernamente mi ano.
Sus manos sabian lo que buscaban, eran manos expertas, conocedoras.
Llevaron a mi cuerpo a relajarse y no tardaron en conseguir mi dilatación. Pero necesitaba más...
Me volví loco esperando esos dedos dentro mio, a tal punto que no me percaté que vos habías regresado del baño.
Allí estabamos los tres, yo de espaldas, tapado con la sábana pero con el culo al aire, Andrea a punto de iniciarme y vos contemplando.
No por mucho tiempo, ya que aquella situación y mi culo al aire te volaron la cabeza y sin más me tomaste.
Si los dedos de Andrea era lo que deseaba, pues aquel palo enorme calmó mucho más mis necesidades.

Sentí primero el dolor punzante en el esfinter, provocado por tu embestida.
Traté con mi mano de separarte, pero vos la querias meter toda adentro.
Te apreté el muslo para que me dieras un respiro pero me tomaste por los cabellos y asistes mi cintura con decisión.
Recuerdo haberla visto a Andrea como espectadora disfrutando ese momento.
No hubo respiro, no había forma de pararte, me relajé y te dejé hacer.
Te dejé hacer de mi culo un depósito de tus calenturas durante muchas noches más.
Pero cada vez que Andrea buscaba con sus dedos mis sentidos, yo sabía que la había maravillado.
Me gustaban tanto sus dedos como su falta de contención para invadirme.
Mojaba sus dedos en saliba y yo abria mis nalgas deshonrada y descaradamente.
Mordía mi cola y me daba unos hermosos besos negros.
Ya cuando la dilatación era perfecta tu falo se introducia para dar paso a la locura, a la vehemencia.
Ya no quieren que ande vestido.
Ya no puedo decidir.
Ya me ven y les pertenezco.
Ya paso al lado y me acarician.
Mi voluntad depende de ellos.
Ya soy su mascota.

2 comentarios:

  1. Fantastico tu relato, las ansias y el desenfreno del mismo no hacen más que transportame a esa habitación.

    ResponderEliminar
  2. ¿Y que más quieres?

    ResponderEliminar